Mensaje
traducido por Isabel Porras-España
Como
se dio la evolución
La
evolución de los seres vivos a partir de especies inferiores es un
hecho indiscutible en la ciencia. El estudio de los fósiles muestra
que bacterias sin núcleo individualizado evolucionaron para seres
unicelulares con membrana nuclear y organelas un poco más complejas.
Posteriormente la cooperación entre esos seres minúsculos hizo que
surgieran formas de vida pluricelulares y así, en una cadena de
complejidad creciente, fueron apareciendo los vegetales, animales
inferiores, animales superiores y el hombre.
Si
consideráramos sólo los dos puntos extremos de la cadena, ninguna
analogía aparente habrá; pero, si pasáramos de un anillo a otro
sin solución de continuidad, llegamos, sin transición brusca, de la
planta a los animales vertebrados. Se comprende entonces la
posibilidad de que los animales de organización compleja no sean más
que una transformación, o, si quisieran, un desarrollo gradual, a
principio insensible, de la especie inmediatamente inferior y, así,
sucesivamente hasta el primitivo ser elemental.
Acompañando
paso a paso la serie de los seres, se diría que cada especie es un
perfeccionamiento, una transformación de la especie inmediatamente
inferior.
Lo
que se discute es cómo eso se dio. La hipótesis más aceptada por
los científicos asocia dos ideas: la selección natural, propuesta
por Russel Wallace y Charles Darwin en el siglo XIX, y el
Mutacionismo, idea presentada por Hugo de Vries. En conjunto,
esas ideas son denominadas de Neodarwinismo.
Las
mutaciones son transformaciones en la molécula del DNA. Como el DNA
es el molde en que la célula se orienta para sintetizar sus
proteínas, modificaciones en el DNA serán acompañadas por cambios
en las proteínas de la célula y consecuentemente cambios en su
forma y función.
Muchas
mutaciones son perjudiciales (causando enfermedades de origen
genético) o neutras (no teniendo ningún efecto sobre las
proteínas). Un número minúsculo de mutaciones, sin embargo, puede
ser ventajoso, posibilitando que algunos individuos sobrevivan y se
reproduzcan de forma más eficiente que los demás (selección
natural).
Así,
el neodarwinismo explica el surgimiento de nuevas especies
(mutaciones sufridas por las especies anteriores) y desaparición de
especies antiguas (no fueron suficientemente aptas para sobrevivir en
la lucha por la vida). Se calcula que el 99% de las especies
existentes en el pasado desaparecieron.
Pero
para el Neodarwinismo todo eso se dio sin un propósito, una
finalidad y sí como resultado de las fuerzas ciegas del acaso, lo
que es ilógico, pues fuerzas ciegas del acaso no pueden producir
seres altamente complejos e inteligentes.
Para
hacer lógica la propuesta neodarwinista, es preciso que se admita la
existencia del principio inteligente, el comandante invisible del
proceso evolutivo.
La
evolución de las especies en general y del hombre en particular se
dio en dos estados de vida: el material y el espiritual. Los “hilos
perdidos de la evolución”, o sea, sus fenómenos inexplicables se
dieron en la dimensión espiritual, lejos de las lentes
investigadoras de los científicos. El principio espiritual funciona
como un design inteligente con su cuerpo etéreo constituido
de energías sutiles, que funciona como campo modelador de la forma
física. Las conquistas evolutivas del principio espiritual van
siendo plasmadas en el cuerpo físico y en el cuerpo espiritual
simultáneamente, en sus experiencias en los dos planos de vida.
Podemos
considerar aún la actuación de los biólogos del plan astral que,
bajo la supervisión amorosa de Jesús, acompañan el progreso del
mundo, interviniendo, cuando es necesario, en los cuerpos
espirituales de las formas evolutivas, durante el estadio en el plano
espiritual. Esas intervenciones podrían responder por las mutaciones
necesarias al desarrollo de las nuevas habilidades.
El
viaje del principio inteligente
Creado
simple e ignorante, el principio inteligente va a encontrar los
recursos que necesita para su perfeccionamiento en las experiencias
que tendrá junto a las diferentes especies biológicas, en su larga
jornada evolutiva. El cuerpo es simultáneamente el envoltorio y el
instrumento del principio inteligente y, a medida que este adquiere
nuevas aptitudes, el se reviste de otro cuerpo apropiado al nuevo
género de trabajo que le cabe ejecutar.
Son
las vivencias del ser espiritual, ahora en el plano físico, ahora en
el plano extrafísico, que van a enriquecerlo en su estructura íntima
y, simultáneamente, perfeccionar su envoltorio fluídico.
En
ese ir y venir, el principio espiritual va a atravesar las más rudas
cribas de la adaptación y selección, asimilando los valores
múltiples de la organización, de la reproducción, de la memoria,
del instinto, de la sensibilidad, de la percepción y de la
preservación propia, penetrando, así, por las vías de la
inteligencia más compleja y laboriosamente adquirida, en las fajas
inaugurales de la razón.
En
el mineral: la atracción
Como
fase inicial, el principio espiritual estaría influenciando las
organizaciones atómico-moleculares del reino mineral. Sería cómo
un eje energético entrometido en la manifestación de los átomos y
moléculas, invitándolos a la unión.
Ese
eje energético crearía, con sus vibraciones, el campo de agregación
reflejado en las fuerzas de atracción y cohesión, a determinar la
concentración de las energías y respectiva condensación en los
átomos y órdenes moleculares.
Así,
la organización mineral sería la consecuencia de un poder en la
intimidad de sus unidades atómicas, para conducir ordenadamente el
proceso de agregación.
En
la intimidad del mineral, el principio inteligente absorbería
experiencias, y fuera de él mostraría posiciones renovándose; a
fin de ejercer nuevos potenciales de orientación con fuerzas
reconstruidas y siempre más complejas por las vivencias anteriores
de idénticos fenómenos. En ese ir y venir, dentro o fuera de la
materia, ya existiría el principio reencarnatorio en acción.
En
el vegetal: la sensación
Adquiridas
las experiencias posibles junto al mineral, el principio inteligente
estaría apto a iniciarse en el reino vegetal.
Ahora,
además de las adquisiciones de la fase anterior (mineral:
atracción), ganaría, en la fase vegetal, los nuevos potenciales de
la sensibilidad. La sensibilidad referida aquí nada tiene que ver
con las reacciones complejas del Espíritu más elaborado en la fase
hominal.
La
sensibilidad conquistada junto al reino vegetal se refiere a las
reacciones
a los estímulos,
el desarrollo de respuestas armónicas a los diferentes estímulos
del medio ambiente.
En
el animal: el instinto
El
principio espiritual madurado y elaborado en el reino vegetal, en
épocas incontables, tendría que despertar en nuevas posiciones como
exigencia de su impulso interior. Así, él buscará nuevo escalón
evolutivo para afirmaciones, manifestándose en el reino animal.
La
condición que caracterizaría el principio espiritual en esta fase
sería la adquisición del instinto; al principio, en los animales
inferiores, bastante simplificados, posteriormente, en los mamíferos,
por los órganos más bien trabajados, se presentaría con más alta
y purificada eficiencia, preparando para, más adelante, ingresar en
el reino de la razón.
En
el hombre: la razón
Se
cree que el hombre haya conquistado la razón y, consecuentemente, el
libre albedrío y la plena responsabilidad por sus actos hace cerca
de 200 mil años. Sin embargo, hombres pre-históricos, con el ropaje
físico bien semejante a nuestra forma actual, surgieron antes, hace
cerca de 3 millones de años, cuando el cortex frontal, el área más
noble del cerebro, ya estaba listo.
El
desarrollo de la conciencia no se dio de forma brusca, fue siendo
elaborado durante milenios en existencias sucesivas en los primates
superiores y posteriormente en varias especies del género Homo.
Alma
grupo de la especie
En
El Libro de los Espíritus
se lee: Es en los seres inferiores de la
creación que el principio inteligente se elabora, se individualiza
poco a poco y se ensaya para la vida.
(607-a)
Se
individualiza, según el diccionario es
lo mismo considerar una cosa aisladamente.
En consonancia con esas ideas, algunos pensadores evolucionistas
presentaron la hipótesis del alma grupo
de la especie, según la cual el
principio inteligente en sus vivencias en los reinos inferiores de la
naturaleza, aún no se encuentra individualizado, o sea, camina
evolutivamente en asociación con seres de la misma especie.
En
las especies más simples, el principio espiritual estaría más
prendido a sus afines, formando junto de ellos un campo de influencia
colectiva, el alma grupo de la especie, que tendría como finalidad
controlar la especie en que se destina. Sería, por lo tanto, un
dinamismo conjunto que dirige colonias minerales, vegetales y
animales más simples.
A
medida que las especies van perdiendo el contacto de la colonia,
resultado de la propia evolución, se individualizan, pasando a
depender únicamente de sí mismas.
Según
esa hipótesis, podemos entender por qué la sociedad de los insectos
como las abejas, hormigas y termitas, instintivamente desarrollan
actividades perfectas y complejas, imposibles de ser explicadas de
otra forma.
Los
ensayos biológicos y las destrucciones en masa
¿Cómo
entender el surgimiento de tantas especies que deberían desaparecer
con el tiempo? Son documentados por lo menos media docena de casos de
extinciones masivas de seres vivos, desde la aparición de la vida en
la Tierra. De más reciente a ellas, hay cerca de 65 millones de
años, llevó a la desaparición de los grandes reptiles, cuando un
meteoro de más o menos 10 Km. de diámetro cayó en el golfo de
México. Si el principio espiritual funciona como un design
inteligente, ¿cómo entender el surgimiento de formas animales que
no deberían prevalecer con el tiempo?
Primero,
es preciso entender que el principio espiritual, como un design
inteligente, trae en su estructura íntima un propósito de
evolución, una fuerza que lo impulsa para adelante, un significado,
una razón de ser y de existir: el progreso.
Él
no trae, al contrario de lo que piensan algunos, un mapa listo y
rematado que le compite sólo copiar y seguir. Si así fuera, estaría
prevaleciendo la idea de la predestinación, lo que contraría el
principio de la ley del esfuerzo personal. Para que haya crecimiento
es preciso que existan elección, errores y aciertos, que serán
elementos necesarios en la adquisición de experiencia.
Las
especies biológicas que surgieron y desaparecieron deben ser
colocadas en la cuenta de ensayos biológicos experimentados por el
principio inteligente, que buscaba el mejor camino para llegar a su
destino.
No
hay un plan determinado; las cosas podrían haberse dado de una forma
diferente. Algunos caminos podrían haber sido intentados hasta que
verificaran que eran vías sin salida. La evolución es creativa y no
prefijada.
En
cuanto a las destrucciones masivas, es preciso que todo se destruya
para renacer y regenerarse, pues eso a que llamamos destrucción no
pasa de una transformación, que tiene por fin la renovación y la
mejoría de los seres vivos.
La
destrucción masiva de los grandes reptiles permitió que un pequeño
simio, del tamaño de un ratón, que vivía huyendo de los
dinosaurios, encontrara espacio para vivir libremente. Esos
minúsculos simios, algunos millones de años después, se
diversificaron en los grandes primates que fueron la matriz para el
surgimiento de la especie humana, hace cerca de 3 millones de años.
Concluyendo:
el hombre, bajo cierto aspecto, es hijo de la gran tragedia que
culminó con la extinción masiva de los reptiles pre-históricos.
Referências:
-
A Caminho da Luz, Emmanuel/Chico Xavier.
-
A Evolução Anímica, Gabriel Delanne.
-
A Gênese, de Allan Kardec.
-
Breve história de quase tudo, Bill Bryson.
-
Criação Imperfeita, Marcelo Gleiser.
-
Evolução em dois mundos, André Luiz/Chico Xavier.
-
Iluminação Interior, Joanna de Ângelis/Divaldo P. Franco.
-
Impulsos criativos da evolução, Jorge Andrea.
-
O Consolador, Emmanuel/Chico Xavier.
-
O Livro dos Espíritos, de Allan Kardec.
-
O Relojoeiro Cego, Richard Dawkins.
-
O Tao da Libertação, Mark Hathaway e Leonardo Boff.
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